Continué Relacionando La Estupidez de la Guerra con La Dignidad de la Vida
Dedicar Mi Vida a la Abolición Nuclear el Bombardeo Atómico no Pertenece al Pasado
La historia de Miyoko Matsubara

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Cuando fui expuesta al bombardeo atómico tenía doce años, era alumna de 7º grado en la escuela. En el momento del bombardeo estaba a 1.5km del hipocentro, demoliendo las casas de madera como medida de prevención contra incendios con otros estudiantes. Yo fui una de los 50 que sobrevivieron al bombardeo, de los 250 compañeros de clase.
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Estudiantes movilizados para demoler las casas de madera
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En la mañana del 6 de agosto de 1945, los cielos estaban absolutamente claros, y cuando el sol salió, la temperatura subió rápidamente. La alarma de advertencia de ataques aéreos comenzó a las 7:09 de la mañana y se detuvo a las 7:31 Los ciudadanos dieron un suspiro de alivio y empezaron a desmantelar los edificios como una precaución contra incendios. (Se desmantelaban edificios en filas designadas o bloques para hacer rutas de escape de fuego y salvar vidas durante los ataques.) Aproximadamente 350,000 personas estaban en la ciudad en ese día, incluyendo más de 40,000 militares. No había vacaciones para los estudiantes durante la guerra. En ese día, un total de aproximadamente 8,400 estudiantes de la escuela secundaria varones y mujeres de 12 a 14 años estaban trabajando en seis sitios de demolición de edificios. Los niños de escuelas elementales entre 10 y 12 años fueron evacuados al campo como protección. Los niños más jóvenes entre 7 a 9 años permanecían en la ciudad con sus familias. Por consiguiente, los niños debajo de nueve años, las mujeres, personas débiles y ancianos mayores estaban en sus casas. Por esos días un gran número de estudiantes varones y mujeres fueron sacados de la escuela como una fuerza obrera. Había 3.156.000 de ellos en marzo de 1945 Nosotros estábamos en grupos de cuatro personas, llevando tejas y pedazos de madera de las casas demolidas.
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Una Bola de Fuego y Sonido Rugiente
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De repente, mi mejor amida, Takiko, gritó, “oigo el sonido de un B-29.” Pensando que esto no era posible porque la alarma se había detenido, miré y allí, alto en el cielo, estaba la estela de vapor blanco arrastrada por el avión y vi un destello luminoso de su cola. Rápidamente me tiré a la tierra, oí un rugido indescriptible, ensordecedor. Mi primer pensamiento fue que el avión me había apuntado a mí. No tengo ninguna idea de cuánto tiempo estuve así, pero cuando recobré la conciencia, la mañana soleada y luminosa se había convertido en noche. Estaba en medio de una llovizna polvorienta, densa, no podía ver a unos centímetros de mí. Takiko, que venía detrás de mí simplemente había desaparecido, no podía ver a nadie, entonces imaginé que quizás había sido despedida hacia otro lugar. Me sentía como aplastada contra la tierra, estaba tirada sobre mi lado derecho.
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Quemaduras severas y la ropa arrancada
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Me puse de pié, desconcertada. Miré mis manos, estaban quemadas e hinchadas tres veces su tamaño. Todo lo que quedaba de mi chaqueta era la parte superior alrededor de mi pecho. Yo misma la había teñido, me tomó un día entero. Lo había hecho con césped y verduras porque no teníamos ningún tinte. Mis pantalones de trabajo habían desaparecido, quedando sólo el cinturón y unos parches de tela. La única vestimenta que tenía era la ropa interior blanca sucia. El color blanco me protegió de la muerte. Como se sabe, el color negro absorbe la luz, y el blanco la refleja. Comprendí que se habían quemado mi cara, manos, y piernas y se habían hinchado con la piel pelada y colgando en las tiras, estaba sangrando y algunas áreas se habían puesto amarillas. El terror me golpeó, y sentí la urgencia ir a casa. Empecé a correr fuera de la escena frenéticamente, olvidándome del calor y el dolor por todas partes.
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Como si estuviera mirando una película… de terror
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En mi camino a casa vi a muchas personas. Todos ellos estaban casi desnudos y se parecían a los personajes de películas de terror, con su piel y carne horriblemente quemadas y ampolladas. La zona alrededor del puente de Tsurumi estaba atestada de personas heridas, sostenían sus brazos extendidos delante de ellos, apenas les quedaba cabello Estaban gimiendo y maldiciendo con el dolor en sus ojos y las miradas furiosas en sus caras clamando por sus madres para que los ayudaran. Yo estaba sintiendo un calor intolerable, por lo que bajé al río. Había muchas personas en el agua, gritando por ayuda. Los innumerables cuerpos muertos eran llevados lejos por el agua--algunos flotando, otros hundiéndose. Algunos cuerpos habían sido mal heridos, y sus intestinos estaban expuestos, tal vez habían sido arrojados por el viento de la explosión contra algo en el puente. Era una vista horrible, aún así tenía que sumergirme en el agua para salvarme del calor que me chamuscaba.
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Yo podría haber salvado la Vida de Michiko
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Mientras miraba esta horrible escena alguien me llamó por mi nombre. “Miyoko, usted no es Miyoko?” Pero yo no podía reconocer a quien estaba hablándome. Ella dijo, “yo soy Michiko”. Sus quemaduras eran tan severas que habían reducido sus rasgos faciales--los ojos, boca, y barbilla--a una pulpa. Noté que luminosas llamas rojas estaban ardiendo en el área de dónde había escapado. Temiendo quedar atrapados por los incendios subimos al banco del río ayudándonos mutuamente. Cruzamos el puente, en el camino hacia la escuela las líneas eléctricas para los tranvías estaban cortadas y colgantes en la calle. Las ramas de los árboles habían sido arrancadas y esparcidas en pedazos. Los polos eléctricos estaban torcidos. Vi a muchos Hibakusha (víctimas directas de la bomba) arrojarse precipitadamente en los tanques de agua de prevención contra el fuego intentado beber, sólo para morir por agotamiento. Muchos otros amontonados encima de ellos estaban muertos también. Aquellos que estaban demasiado débiles para moverse se ponían en los lados. Nosotros fuimos a otro puente. "Yo no puedo ir más lejos", dijo Michiko. Todavía ella estaba conmigo con sus ojos suplicantes para que la llevara. Yo no podía darle ni siquiera una gota de agua, teníamos que separarnos. Ella estaba muerta cuando sus padres la encontraron tres días después. Si alguien nos hubiera ayudado y hubiéramos tenido una estación de primeros auxilios cerca Michiko podría haber sobrevivido. Mi corazón se rasga con el pesar cuando pienso en ella.
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Al borde de la Muerte
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Nuestra vecina, la Señora Ayano Hamamura me ayudó a salir del infierno. En el camino me encontré con mi padre, él se ocupaba de reponer el agua en las auto-bombas, parecía sorprendido de verme. Me dijo: "no es nada serio, mamá está esperando por ti, ve a casa con ella." Y salió en la auto-bomba para la ciudad. Mi padre luchó contra el fuego en Hiroshima durante tres días. Entonces ayudó a cuidar a los Hibakusha en las estaciones de primeros auxilios y estaba comprometido incinerando los cuerpos. Entretanto él se encontró debilitándose. Me dirigí a una estación de primeros auxilios, padecí fiebre alta, diarrea, vómitos, y encías sangrantes. La mitad de mi pelo se cayó, estaba al borde de la muerte. Las cicatrices de las quemaduras se extendían en mi cara, brazos, y piernas. Alguien me ayudó para que practicara la flexión de mis rodillas para que no se atiesaran permanentemente. Después de siete meses de tratamiento pude caminar hasta un espejo. La primera vez que vi mi cara en el espejo me asustó, estaba desfigurada más allá de todo reconocimiento, no podría creer que era mi cara. Estaba llena de dolor. Mi madre lloraba y decía: "yo me debería de haber quemado en tu lugar." Viendo en mi madre tan profundo dolor tomé la determinación de nunca afligirme por mi destino en su presencia.
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Los días miserables de Mi Juventud
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Entonces volví a la escuela. Había sólo cincuenta de nosotros, de los 250 estudiantes. Aunque había padecido la bomba atómica no pensé en detener mis actividades, estudié con mucho empeño. Aunque esto no fue de ninguna ayuda a mis planes de tener un trabajo en un banco o cualquier otro tipo porque era débil y tenía quemaduras en mi cara. Las horribles quemaduras en mi cara me impidieron encontrar un trabajo después de la graduación. Tenía que superar el dolor de ser tratada como un proscrito por nuestra sociedad. Nadie se sentaría a mi lado o se casaría conmigo debido al miedo a la radiación. En 1953 en Osaka sufrí doce operaciones en un período de siete meses. Como resultado, fui capaz de abrir y cerrar mis párpados y enderezar mis dedos corvos. Volví a Hiroshima, mientras deseando expresar mi agradecimiento.
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Me Ajusté a la Sociedad a través de Actividades de Bienestar
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El siguiente año, en 1954, comencé a trabajar cuidando a 30 niños discapacitados mentales huérfanos. Había unos gemelos que se decía que habían sido irradiados por la bomba cuando estaban en el útero de su madre, estaban mentalmente detenidos con un intelecto de un niño de dos años. Había algunos otros que eran demasiado pobre para atraer algún patrocinio. Yo trabajé ocho años allí. Trabajar en el campo del bienestar social me ayudó a unirme con las personas en la comunidad de la manera más positiva. Gradualmente me hice popular allí. Ahora podía aceptar finalmente más fácilmente las cosas. Por esos días empecé a pensar en serio sobre la Bomba atómica. Comprendí que el enemigo real no era América, sino la guerra y las armas nucleares, yo estaba a favor de que las bombas artificiales, las Bombas atómicas y las armas nucleares, debían quitarse de las manos del hombre. También estaba a favor de que sólo con nuestra expresión continuada de odio hacia las armas nucleares, y sólo con nuestra condena incesante de este mal, podíamos nosotros los seres humanos evitar el comienzo de una nueva guerra, repitiendo la misma tontería. Yo decidí consagrar mi vida a la causa de la abolición nuclear. En marzo de 1962 fui escogida como representante de Hiroshima para presentar en persona un mensaje de los sobrevivientes ante las Naciones Unidas, y a la 18ª Conferencia de Desarme en Ginebra. En el camino a Nueva York y Ginebra visitamos 14 países en cinco meses, incluyendo Bélgica, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania Occidental y Alemania Oriental y la Unión Soviética. Por todas partes apelamos por la prohibición de las pruebas nucleares. Cuando volví a casa me entristeció la noticia de que mi hermano y su esposa habían fallecido. Sus 3 niños, de 3, 5 y 9 años quedaron solos. Yo decidí criar a esos niños en lugar de mi hermano. No habría noticias tristes hasta un año después, cuando mi padre murió debido a un cáncer de estómago causado por la radiación. Perdí a tres parientes debido al bombardeo. En septiembre de 1988 tuve que tomar una licencia de cinco meses por enfermedad para operarme. Me puedo ver bien y saludable ahora, pero mis viejas heridas continúan lastimando todo el tiempo. La cirugía me dejó con dos pólipos en mi estómago. El doctor dice que estos pólipos necesitan siempre ser verificados. Temo que éstos puedan algún día degenerar en otro cáncer. Solo mi misión me ayuda a superar mi debilidad física. Continúo la narración de mi experiencia como una hibakusha, una sobreviviente, apelando por la abolición de armas nucleares y hablando sobre la tontería de la guerra y la preciosidad de la vida, a tantas personas como sea posible.
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No puedo justificar el Bombardeo Atómico
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Aunque la guerra acabó hace 53 años, para el HIBAKUSHA, el bombardeo no pertenece al pasado, ha continuado hasta el presente. Cuando cuento mi experiencia de la bomba atómica, como una de los sobrevivientes, a más de 200.000 escuelas secundarias y estudiantes de la universidad, un total de 1.4 millones de personas que visitan el Museo Conmemorativo de La Paz de Hiroshima todos los años, yo les digo también sobre los crímenes de guerra de Japón en Asia. Empezando en agosto de 1910 cuando Japón anexó a Corea, Japón privó a los coreanos de sus tierras, los recursos naturales, e incluso su idioma durante los siguientes treinta y cinco años. Japón no se ha disculpado todavía con el pueblo coreano por este horrible hecho. Privados de los medios de sustento, aproximadamente dos millones de coreanos fueron obligados a venir a Japón como una fuerza de trabajo. Ésta es la razón por la que hubo aproximadamente 10.000 víctimas coreanas de la bomba Atómica en Hiroshima. Yo les digo a los estudiantes sobre los crímenes de guerra de Japón para permitirles saber que Japón fue ambos: el agredido y el agresor durante la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, mi punto de vista es que la invasión de Japón en Asia no lleva a justificar por dejar caer las bombas atómicas. El bombardeo atómico no debe categorizarse como un acto de guerra pues fue el comienzo de la edad nuclear que podría llevar al exterminio de la humanidad.
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La humanidad y su posible exterminio
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Hoy, la cantidad global de armas nucleares poseídas por los declarados cinco países nucleares. (Los Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña y China) es superior a 35.000. Esas cabezas nucleares son miles de veces tan destructivas como las que dejaron caer en Hiroshima y Nagasaki, capaces de aniquilar a los seres humanos muchas veces. Si se usasen esas armas nucleares, la humanidad desaparecería. Si esas cabezas nucleares fueran usadas, nadie gana la guerra y nadie pierde la guerra. También nadie sería culpable de su agresión y nadie sufriría las tragedias. Nada quedaría en la tierra. El bombardeo de Hiroshima y Nagasaki es una tragedia que no puede verse desde el punto de vista de agresores y agredidos, los seres humanos tienen que aprender de HIROSHIMA y NAGASAKI como una lección para sobrevivir en el futuro. Como todos saben, India y Pakistán realizaron pruebas nucleares en mayo de 1998, estimulando la creación y proliferación de armas nucleares. Aunque nos da una pequeña esperanza saber que Gran Bretaña anunció su plan de desarme nuclear, ellos no se desharán de todas sus armas nucleares. Nosotros, los seres humanos, siempre tendremos la posibilidad de causar nuestro propio exterminio. Si no abolimos todas las armas nucleares sobre la tierra, no podremos esperar un futuro promisorio. Ahora estoy en el medio de mis sesenta años y físicamente debilitada debido a la enfermedad relacionada con la radiación, pero si mi condición de salud me lo permite, me esforzaré por la abolición nuclear. Así que, permítannos unirnos y trabajar arduamente por la paz mundial. Finalmente, me gustaría hacer notar la inscripción en el Cenotafio Conmemorativo de la Paz de Hiroshima. Dice: " Permite a Todas las Almas que Aquí Descansen en Paz; Porque Nosotros no Repetiremos el Mal. " Ése es todo el espíritu.
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Un desastre Más allá de la Descripción
La historia de Miyoko Watanabe

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Una intensa llamarada estalló en mí
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El sol de mediados de verano ya estaba brillando en la mañana del 6 de agosto de 1945. Después del fin de la alarma de ataques aéreos, todo regresó a la normalidad, con todos ocupándose de sus cosas. Era un lunes y la Japan Steel dónde yo me había movilizado como obrera voluntaria estaba cerrado. Iba hacia la sucursal del correo en Miyuki-bashi bajo el sol abrasador, como ya no podía soportar el calor decidí volver a casa para sacar mi sombrilla. Estaba casi por abrirla en el umbral cuando una intensa llamarada estalló en mí. Parecía como si los tanques de gas en Minami-machi, al el otro lado del río, hubieran explotado. La llamarada era de un color anaranjado amarillento, sólo como la luz del magnesio pero centenares de veces más intensa. Instintivamente me arrojé dentro de la casa y me puse cuerpo a tierra, como habíamos practicado en los simulacros de evacuación. Se puso oscuro y se oían horribles sonidos de estallidos y sacudidas rechinantes. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero cuando abrí mis ojos vi que todo había sido destruido hacia el oeste, salvo la fábrica. Pensé que una bomba había caído allí en la fábrica. Me sentía aliviada por encontrarme viva y al mismo tiempo afligida con el horror.
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Vi a mi madre como una criatura no terrenal
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Caminé hacia afuera, encontré que el cielo claro y azul se había puesto oscuro como si estuviera en el crepúsculo. El polvo en el aire bloqueaba la vista hacia el río. El lugar estaba lleno de un olor indescriptible. Recomponiéndome, miré atrás, a mi casa, para ver si mi madre estaba bien. Su pelo era un enredo y estando de pie en el fondo; sus labios estaban resquebrajados y sangraba de la cabeza; ella estaba de pie allí como una criatura no terrenal. Entonces vi a mi hermano más joven que se tambalea sobre con su kimono de algodón blanco empapado con sangre. “¿Están ambos bien?” pregunté. “Esa es mi sangre. Él no esta herido,” contestó mi madre.
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Los dedos de mi madre quedaron paralizados
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Notando manaba sangre profusamente de su muñeca derecha entré rápidamente en la casa para conseguir un equipo de primeros auxilios. Las puertas se habían caído y el yeso de la pared también, revelando detrás los marcos de bambú enredados. Esforzándome a través de los escombros alcancé el armario finalmente y saqué el equipo de él. Rocié el hemostático en la cara de mi madre y fijé su brazo derecho con una tela triangular y un palo para detener el sangrado. La llevamos en una camilla al Hospital de Ayuda Mutua dónde el doctor cosió los cortes en sus labios, mandíbula y hombros. Pero no hizo nada para su muñeca herida, según él los primeros auxilios ya habían sido dados. Debido a esto, tomó un tiempo largo antes de que la herida mejorara, y los dedos pulgar e índice quedaron paralizados. Mi madre falleció en enero de 1995.
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Un bebé alimentándose del pecho de una mujer muerta
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También recuerdo la vista de una mujer que estaba muerta en una casa por la ribera del río, un pedazo de vidrio expulsado por la explosión pasó a través su cuello, debe de haber cortado la arteria. La sangre se esparció alrededor de ella que había estado amamantando a su bebé. El bebé todavía estaba absorto chupando el pecho. Había un estudiante escolar que fue quemado severamente sobre el cuello salvo la cima de su cabeza que había sido protegida por su gorra de combate. Estaba caminando descalzo diciendo: “Por favor denme agua, tengo calor, tengo calor…” Su uniforme escolar estaba quemado y en jirones. Por allí venía un grupo de personas con sus caras y ropas quemadas hasta ennegrecer; casi desnudos y quemados más allá del reconocimiento. Venían tambaleándose mientras balanceaban sus brazos extendidos en el aire delante de ellos, como los fantasmas; algunos tenían sus pantalones de trabajo completamente quemados excepto los cordones elásticos; otros tenían toda su ropa quemada salvo la parte delantera. Todos clamaban: “¡Agua! ¡Denme agua!” Su carne expuesta, supurante, despellejados y con la piel colgando de las yemas de los dedos como algas….
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El cuerpo de mi Padre completamente quemado
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Llevé a mi hermano menor al refugio antiaéreo. La atmósfera dentro era temerosa. Una madre sostenía en sus brazos a su bebé de 18 meses que parecía muy pálido y casi inanimado. El bebé dejó de respirar después de un rato. Mi padre regresó con su cuerpo completamente quemado. Él había estado ocupado en el trabajo de demolición de edificios cerca del Hospital de la Cruz Roja. Conseguí una botella de aceite de cocinar en alguna parte y se lo apliqué a sus quemaduras, estábamos rodeados por otras personas que también padecían quemaduras y el aceite duró poco tiempo. Vimos el corazón de la ciudad quemarse, mientras eructaba olas de humo negro. Un soldado vino a anunciar que una estación de primeros auxilios había sido instalada en Miyuki-bashi. Mi padre fue a recibir el tratamiento para sus quemaduras allí y fue llevado directamente a Nino-shima, nunca le debimos haber permitido ir solo, todavía me siento plagada de remordimiento. Yo llevé a mi madre y mi hermano menor a un lugar llamado Tanna en una carreta. Al lado del río había personas sentadas quemadas, agachadas como bultos, no podría decir si estaban vivos o muertos. Un olor poco familiar estaba flotando en el aire alrededor del Hospital de Ayuda Mutua. Los cuerpos muertos se amontonaban en la orilla del camino. Aunque parezca extraño nunca sentí la dignidad de la vida tan en serio como lo hacía ahora, al enfrentarme con tantas muertes. ¿Mi mente había dejado de trabajar después de experimentar tal súbito ataque por la bomba? Traje a mi padre de vuelta a casa de Nino-shima el 8 de agosto. Las moscas pululaban sobre él debido al olor de sus quemaduras y el ungüento blanco que le dieron. Tomó algún esfuerzo mantener la peste lejos.
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Gusanos que se arrastran encima de los cuerpos quemados
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Había una estación de primeros auxilios dónde los heridos graves se colocaban en esteras de paja, delirantes, rogando por agua. Aquellos quemados en la parte de atrás boca abajo, y aquellos quemados en su parte delantera boca arriba. Ellos no podían moverse ni siquiera para cambiar de posición. Sus heridas y quemaduras se cubrieron con innumerables moscas que ponían los huevos allí. Esos huevos se transformaron en gusanos y éstos se arrastraban por sus cuerpos causándoles una agonía infernal. Pedazos de vidrios rotos se habían clavado en la boca de mi mamá.
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Pedazos de vidrio rotos en la boca de mamá
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Una semana pasó, y el doctor nos dijo que quitáramos las puntadas de las heridas de mi madre nosotros mismos. Yo cuidé de eso. Ella decía que sus labios y mandíbulas se sentían dormidas. Cuando examiné entre su labio inferior y la encía descubrí un pedazo de vidrio del tamaño de una uña, continué examinando y mis dedos detectaron cinco pedazos más, y luego otros dos, aunque ella me dijo que me detuviera porque no se sentía bien. Esos pedazos de vidrio se habían clavado en su boca por la explosión, cuando llamaba a mi hermano.
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La muerte de mi Padre
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Mi padre pidió agua. Sabiendo que él se moriría si bebía demasiado sólo le di una taza diminuta. Lo hice porque quería que sobreviviera. No estoy segura si hice lo correcto, y mi corazón sufre siempre que pienso en él. En el día de la rendición de Japón, él masculló: “Japón perdió la guerra.” Murió dramáticamente el día siguiente, quejándose del frío.
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Demasiadas muertes entorpecieron mis sentidos
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Hace cuarenta y tres años su muerte no me hizo sentir esta tristeza. Mis sentidos se pueden haber entorpecido en ese momento después de enfrentar tantas muertes. Una sola bomba infligió tan tremenda agonía y dolor en las personas aquí. Muchos murieron y la ciudad se redujo a cenizas. Sin poder manejarlo, más allá de lo que podían resistir, las personas perdían el sentido común.
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Los horribles efectos tomaron la vida de mi hermano
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El daño causado por la bomba no se confinó solo a aquellos que realmente fueron expuestos. Las personas que no tuvieron ninguna lesión, por ejemplo aquellos que fueron cerca del hipocentro para buscar a sus niños, sufrieron una fiebre alta y les salieron manchas purpúreas en el cuerpo, fueron enloqueciendo, y murieron uno después del otro durante los seis meses siguientes al bombardeo. Mi hermano mayor contrajo repentinamente leucemia y se murió muchos años después de esa experiencia terrible, cuando casi nos habíamos olvidado de ello. Yo padecí la diarrea durante algún tiempo hasta finales de agosto. Nunca he olvidado cuanto calor hacía aquel día.
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Contar mi historia es mi misión por la paz
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No es fácil para mí hablar sobre mi experiencia como una sobreviviente de la Bomba atómica. Para mí es como lavar mi ropa sucia en público. Pero aquí estoy, contándoles, porque realmente quiero que todos ustedes recuerden que la paz que tenemos se ha logrado hoy a través del sacrificio de esas personas que fueron matadas implacablemente sin recibir una gota de agua para apagar su sed. Para que la paz sea duradera, permanente, quiero llevar el corazón de 'Hiroshima', esperando que lo que yo hago sea como ondas pequeñas que crecen en olas grandes y en un mar de fondo.
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